“Una luminosa mañana de enero, cesadas las lluvias, como por arte de magia, el viejo cauce del barranco se convirtió en laguna de calmosas aguas que fluían con fuerza de la tierra. El deseado líquido ocupó las depresiones del terreno, iluminando las zonas umbrías, y recreando en la tersa superficie la gloria de las Phoenix canariensis centenarias. El sueño de agua del palmeral se había hecho realidad. La naturaleza con su elemental sabiduría daba respuesta a todas las incertidumbres, pensé. Ahora tocaba a su depredador máximo, el hombre urbano, invertir el signo de la tecnología y aplicarla en dar continuidad al milagro del fluir del acuífero, reinventar, para el goce y la contemplación, ecosistema tan singular”
Tony Gallardo